
Alondra Carrillo: “El feminismo ha convertido el terreno de los afectos en uno político y colectivo”
Con un reconocido camino como militante, la psicóloga e integrante de la Coordinadora Feminista 8M reflexiona en esta conversación sobre el valor de la dimensión afectiva y la amistad política entre mujeres en la lucha feminista.
Alondra Carrillo Vidal (34) es psicóloga y militante feminista. Como muchas, su camino político comenzó desde pequeña, donde notó diferencias en el trato de sus profesores y compañeros en el colegio por ser mujer. Luego vino la revolución pingüina, en 2006, donde participó de las movilizaciones de estudiantes secundarios. “Me sentía en un momento en el que no entendía mucho nada, pero tenía mucha curiosidad de todo”, recuerda. Sus primeros pasos dentro de la militancia los dio en los pasillos de la Pontificia Universidad Católica, donde fue parte de la plataforma universitaria Crecer y encontró un lugar de refugio dentro de la universidad. “Era un espacio muy hostil y excluyente y la política apareció como un terreno de reconocimiento colectivo. Mi pertenencia se daba tanto por una cuestión de clase como por un marco político de convicciones comunes”, explica.
Los caminos de su activismo fueron dando vueltas y fue así como en 2013 se suma a La Alzada – Acción Feminista Libertaria. Junto a compañeras libertarias, anarcofeministas, anarcocomunistas y marxistas fueron construyendo un espacio feminista que no habían encontrado en otros movimientos de izquierda dentro de la universidad. En 2016, periodo de un álgido contexto latinoamericano donde comenzó un repudio a la violencia femicida, Alondra continuó sus estudios en Argentina donde pudo ver la acción del movimiento Ni Una Menos. Por su parte, en Chile recién se gestaba una nueva potencia feminista bajo un cúmulo de denuncias en la izquierda a la que Alondra pertenecía. De vuelta en Chile, dar frente a esta crisis significó un choque de disputas necesarias para gestar el feminismo político en el que Alondra y sus compañeras creían. A partir de esto nació un grupo de estudio donde feministas de diversos sectores de la izquierda pensaron un nuevo paradigma en la organización, con la formación de la Coordinadora Feminista 8M en 2018, donde fue vocera y es actualmente integrante.
Conociendo tu recorrido político dentro de diferentes organizaciones, ¿cómo has observado las relaciones de amistad política? ¿Qué crees que implica este vínculo?
Todos los lazos que hacemos en las organizaciones son vínculos afectivos, pero no todas las personas con las que militamos son nuestras amigas. Todas las integrantes de la Coordinadora son mis compañeras, pero con algunas he construido una amistad y tiene que ver con compartir la profundidad de lo que se juega en nuestro actuar político. Además de un trabajo, compartir cierta sensibilidad, las cosas que nos mueven, nos duelen y nos emocionan, lo que colorea un poco la experiencia política es cuando surgen este tipo de vínculos que son trabajo y al mismo tiempo amor. Esa forma específica de amor que es la amistad.
¿Dónde nace entonces la diferencia entre ser compañera y ser amiga?
Diría que pasar a ser una o la otra es un proceso lento y no siempre es claro. De una de mis grandes amistades en la militancia, luego de cuatro o cinco años de compartir íntimamente, me di cuenta de que no tenía claro si éramos amigas. Una cosa quizás un poco infantil es que la amistad en algún punto debe ser decidida y declarada.
En la historia de los feminismos en Chile, ¿cómo crees que la amistad ha funcionado como fuerza movilizadora?
Hay amistades políticas sumamente relevantes, entre ellas la de Elena Caffarena con Olga Poblete, que se dedicaron a impulsar la reorganización del movimiento de mujeres en dictadura como un par de amigas que le hablaban a las jóvenes feministas. Pero no solo la amistad ha marcado los ritmos de las organizaciones. También el amor, las relaciones de pareja y de amigas que se quiebran y terminan mal son las que impactan decisivamente en algunos espacios. Trabajé en construir el archivo y el centro de documentación de La Morada, junto a mi compañera y amiga Javiera Manzi, y ahí nos encontramos con un montón de estas historias. Una parte importante de lo que hacían estas organizaciones de pequeña escala descansaba en los vínculos afectivos y, en algunos casos, las violencias se multiplicaban y muchas no fueron procesadas colectivamente o lo fueron de maneras muy dificultosas y tuvieron altos costos.
¿Cuál es el rol de los afectos en el trabajo político?
Hubo un momento de mucha tensión dentro de la Coordinadora luego del primer Plebiscito Constituyente de 2021. Parte importante de las dificultades no estaban tan dadas por la organización del trabajo, sino por la desorientación política, y eso multiplicaba las tensiones entre nosotras y hacía que el espacio se volviera un poco invivible. Cuando somos capaces de construir orientaciones y claridades colectivas, la vida afectiva de nuestra organización cambia. Se vuelve un espacio en el cual es más posible alojar afectos negativos, procesarlos con mayor facilidad y también lograr que se convierta en un espacio vitalizante del cual llegamos y salimos menos cansadas, no más cansadas o más preocupadas.
Para algunas organizaciones feministas ha sido súper importante impulsar un accionar horizontal, con relaciones que no sean jerárquicas. ¿Cómo se construye esto?
Creo que una de las cosas que más pueden alterar la posibilidad de un trabajo horizontal es la desconfianza en la otra o en el otro, lo que nos lleva a segmentar y cortar la comunicación. Esto es síntoma de la falta de claridades políticas colectivas y a veces los afectos se comportan como señales de que no hemos desarrollado las capacidades de trabajo que necesitamos. Los afectos son tanto la causa de los problemas políticos como también el resultado, o quizás la fuga de algún problema que nos llama a mirar cómo estamos trabajando. A veces pensamos que la horizontalidad es un marco ético, pero es una forma de organización del trabajo. Si no nos hacemos cargo de cómo organizamos ese trabajo, se van reproduciendo desigualdades entre nosotras, asimetrías y jerarquías invisibles que por supuesto se van a manifestar en afectos negativos.
En el contexto de crisis del capitalismo que estamos viviendo, ¿en qué plano aparece lo afectivo?
No quiero separar la vida afectiva de lo demás y decir que es el origen de todo, quiero pensarlo inmerso en lo que hacemos y con eso inmediatamente pienso en Palestina. Este momento concreto de genocidio, pero que tiene una función afectiva en el contexto de crisis capitalista. Parte importante de la arremetida pasa por producir desesperanza e impotencia, para hacernos sentir que ante este horror solo somos testigos. Pero también tiene que ver con quiénes no sienten nada frente al horror y por eso es un terreno que no puede estar fuera de la reflexión y acción política. Una de las cosas bellas que el feminismo ha hecho ha sido convertir lo afectivo en un terreno político y colectivo y por lo tanto algo que es posible discutir. Muchas veces se asume que los afectos son algo que hay que aceptar que nos pasen, pero en la medida que estos son producto de nuestra vida colectiva, tienen que ser también objeto de reflexión.
No solo la amistad ha marcado los ritmos de las organizaciones. También el amor, las relaciones de pareja y de amigas que se quiebran y terminan mal son las que impactan decisivamente en algunos espacios.
¿Cómo podemos entonces resistir políticamente desde lo afectivo?
Lo afectivo es un recurso que permite pensar las cosas de una manera diferente. Por eso es importante pensar una política que intencionalmente ofrezca experiencias emocionales que vayan en contrapelo del tono que nos imponen. Desde la Coordinadora Feminista 8M lo hicimos con el aborto, por ejemplo. No es posible imponer como única experiencia emocional ligada al aborto el dolor o la pena porque muchas veces esta experiencia se relaciona a la dicha de poder decidir sobre tu propia vida. Hablar del aborto desde sentimientos cariñosos y alegres fue una estrategia de muchas organizaciones feministas en Chile y en América Latina.
¿Qué lecturas recomendarías para pensar los feminismos y los afectos?
Justo estoy releyendo El marxismo y la opresión de las mujeres de Liz Vogel y hace muy poquito terminé de leer El amante de Marguerite Duras, que me recomendó mi terapeuta.