
Arianna de Sousa-García, escrituras desde la frontera
Con un estilo que se mueve entre el periodismo y la literatura, la autora venezolana lanzó su primer libro Atrás queda la tierra en 2024, donde reúne diversas experiencias en torno a la crisis social en su país.
El cruce entre periodismo y literatura no es algo nuevo, pero cada cierto tiempo aparecen nuevas voces que vienen a refrescar el estilo. En abril de 2024, y luego de buscar por todas partes donde ser publicada, Arianna de Sousa-García (Puerto La Cruz, Venezuela, 1988) lanza Atrás queda la tierra, novela que recoge su experiencia como migrante venezolana en Chile, país donde llegó junto a su hijo en 2016.
Con un ritmo frenético y a ratos asfixiante, la escritora narra las historias de mujeres afectadas por la crisis social en Venezuela y también las de aquellas que decidieron buscar suerte fuera del país. Esa desesperación latente en su pluma fue siempre intencionada, dice Arianna. “Necesitaba que la gente se sintiera como nosotros. Tiene que ver con ese miedo y esa angustia del hambre, del frío, del cansancio, de la muerte”, explica.
Pero para que naciera este libro, Arianna no solo tuvo que migrar a Chile, sino además dejar su gran amor: el periodismo. Al no encontrar un lugar donde ejercerlo recurrió a su otra pasión: los libros. En ese camino fue que comenzó a leer cada vez más, a trabajar como librera y a estudiar un Magíster en Escritura Narrativa, donde nació su primer libro que, curiosamente, la volvería a reunir con su querida profesión.

Trabajas como mediadora de lectura pero eres periodista y tu libro es un gran trabajo periodístico. ¿A qué oficio te sientes más cercana?
Desde que estudié siempre hice algo que estaba entre el periodismo y la literatura. Cuando hice el magíster de narrativa de no ficción fue justamente por ese matrimonio de literatura y periodismo, y también para sentir que algo en Chile me había salido bien. Hasta ese minuto yo ganaba 600 mil pesos, vivía junto a mi hijo, mi madre y mi abuela y todo seguía siendo muy precario. Quería estar más cerca del periodismo porque aquí me era muy difícil, en el sentido del oficio. En la televisión no encontraba nada que me hiciera sentido, en la radio tampoco, entonces aprendí el periodismo de los libros y de las revistas. Estar en contacto con gente que hace investigaciones, pero publica sus libros y luego tiene que irse un año del país, fue muy revelador, muy decidor de lo que puede o no puede hacerse. Así que fue una renuncia voluntaria. Fue doloroso. Después de lanzar el libro se me ha acercado mucho periodista que me ha llamado colega. Ha sido muy bonito, porque me dolió mucho tener que desprenderme del periodismo y entender que aquí no iba a ser. No es hasta que el libro sale y se ven las reacciones que me hacen decir “ah, todavía estoy haciendo periodismo, qué bacán”.
¿Fue intencional que tu libro fuera introductorio al visibilizar la situación social que hay en Venezuela?
Lo que me interesaba era hablar de lo que pasa allá para que no se olvidara. Lo que más hace el libro es un ejercicio de memoria y fue algo que supe que quería porque, cuando yo llego a Chile, allá todo empezó a estar peor. Había una cosa que yo no sé si catalogar de culpa, responsabilidad o las dos, pero en 2017 comienzan las protestas estudiantiles en Venezuela y ahí fue realmente crudo, porque fue la primera vez en que los muertos eran vecinos, compañeros de universidad, de trabajo. Además, desde que llegué, lo más que hice fue leer. Leía mucha poesía, eso era lo bonito de trabajar en librerías, y pude entender la importancia en términos de memoria de que las cosas estuvieran escritas. Siempre digo que en Chile aprendí por qué eso era importante, antes no tenía idea. Y en eso Nona Fernández fue fundamental. También Mahfúd Massís, Pablo y Winétt de Rokha, Christian Formoso y Jaime Pinos. Todo confluye en este momento para que las cosas se expresaran de esa manera.
Hay muchos testimonios de mujeres en tu libro, incluyendo el tuyo. ¿Qué particularidades aprendiste al migrar siendo mujer?
Para mí era importante que fueran testimonios de mujeres y madres, porque más de la mitad de la migración venezolana son madres llevando a sus hijos. Son millones de niños que van a crecer en otros lados y que difícilmente van a entender por qué. Cuando uno quiere hablar de cosas dolorosas siempre se acorta, porque es difícil de atravesar y sobre todo cuando el nexo es madre e hijo. Pasó mucho en mi propia familia, lo veía también entre mis amistades. Todos éramos hijos o nietos de migrantes y era muy poco lo que sabíamos sobre cómo se habían ido a Venezuela. Por otra parte, me parece que lo valioso de llevar esto a la luz es mostrar que ser mujer trae consigo un montón de peligros por los que no atraviesan los hombres o que lo hacen en menor medida. En ese sentido yo tuve suerte, porque pude venirme en avión, pero todas las mujeres que se vinieron en transporte público o las que se fueron caminando atravesaron un montón de cosas: violaciones, secuestros y no solo de quienes están en esos países, sino también de quien viaja contigo. Para mí era importante que, si yo me iba a tomar de un coro de voces, tenían que ser las suyas.
En el libro está muy presente el relato de la decepción política, tuya y de tus cercanos ¿Cómo es habitar ese sentimiento?
Creo que vivimos en el tiempo de la decepción política, no solo en Venezuela o en Chile sino en el mundo. Vemos a Estados Unidos y en la elección entre Trump y Kamala todo el mundo apoyaba a Kamala, pero ella no dijo ni una palabra contra lo que está pasando en Palestina y es una persona que está en ejercicio de poder, entonces la decepción política es muy grande. Pareciera que la forma en la que hemos venido pensando las cosas ya se venció y que necesitamos algunos modelos nuevos. Lo bueno es que acá yo me he sentido acompañada en esa decepción. Por supuesto que es difícil y poco se puede hacer, y por eso una termina haciendo cosas como estar en colectivos, en mi caso de literatura, intentando tener un grupo de amigos que te dé optimismo y amor, porque de otra manera no se aguanta. Yo no dejo de aspirar a la dignidad, al respeto por todos, a cierto a nivel de responsabilidad del Estado con los ciudadanos, pero sí he comprendido que lo importante es tener familia, amigos, amor, todo lo demás está muy fuera de nuestras manos inclusive votando por el mal menor. Cuando hablo de Venezuela con personas de izquierda siempre saco a relucir que están defendiendo un gobierno absolutamente autoritario y militar. Creo que nuestra gran derrota como seres humanos es defender proyectos por sobre personas. Quizás si no estuviésemos haciendo eso, entonces los mismos proyectos podrían ser más críticos consigo mismos y no una burla de algo que ya no funcionó y que tiene que ver justamente con la exposición al poder, con lo corrupto que es y lo que hace el dinero en la gente.
En tu libro ocupas la palabra “exilio”. ¿Qué peso tiene este concepto siendo que llegaste a Chile, donde también es súper importante?
Que use la palabra exilio ha causado mucho escozor, supongo que porque se considera que algunos pueden usarla y otros no. Si vas al núcleo de la palabra es cualquier persona que se haya ido de su país a la fuerza, en la jerga de hoy sería “migración forzada”. Para mí ha sido justamente forzado y por eso defiendo ese uso de la palabra exilio, no solo en el libro, sino en cada conversación. Es importante hacer la diferencia entre que tengo la oportunidad de irme por un proyecto, por amor, lo que sea y entre que tengo que irme ahora ya. Creo que el uso de esa palabra puede poner el foco en lo importante, no solo de las razones por las que estamos aquí sino también de lo que pasa en Venezuela y por eso defiendo su uso.
¿Qué escritoras te inspiraron para escribir Atrás queda la tierra?
Dionne Brand es tremenda, Un mapa a la puerta de no retorno es una de las mejores cosas que he leído. Cuando vino a Chile fui a conocerla, la abracé y le di mi libro. También Maryse Condé, Svetlana Alexiévich y Edwidge Danticat. De aquí, insisto que Nona Fernandez fue súper importante, específicamente Chilean Electric, que es una institución. Carmen Berenguer también fue importante no solo en mi lectura y mi inspiración para el libro, sino en el libro mismo porque hubo un momento en que yo estaba muy nerviosa, ya todas las editoriales independientes me habían dicho que no. Estaba en la casa de Carmen por otra cosa, hablando de un libro de ella y me dijo: “si el libro no es fiel a su tiempo, está fallando” y ahí yo dije “no fallé”. También Oriana Fallaci ha sido importante desde siempre, así como Dubravka Ugrešić, Hanni Ossott e Ida Gramcko.