
Las utopías humildes de Tamara Tenenbaum
A pesar de hacerse conocida por El fin del amor, su exitoso ensayo lanzado en 2019, la escritora argentina Tamara Tenenbaum ha incursionado en una serie de estilos literarios, además de teatro y periodismo. A propósito de su último libro Un millón de cuartos propios, conversamos sobre sus lecturas del presente, del futuro y su gran obsesión: las relaciones sociales.
El éxito de Tamara Tenenbaum (1989, Buenos Aires) con su segundo libro y primer ensayo El fin del amor (2019) fue tal que hasta se convirtió en una serie de televisión. Su mirada aguda sobre la actualidad la volvió una voz novedosa: una licenciada en filosofía de la Universidad de Buenos Aires que, además de hacer clases, escribe poesía, novelas, obras de teatro y columnas de opinión. Una mujer joven que habla de apps de citas y consentimiento con profundidad y detenimiento, fuera del ruido permanente que genera el contenido en internet.
En 2025, y luego de tres libros, Tamara vuelve a publicar un ensayo. Un millón de cuartos propios partió como un encargo para traducir el clásico Un cuarto propio de Virgina Woolf. Su relectura se transformó en obsesión y terminó generando nuevas preguntas. Así nace este texto que conversa constantemente con el de la autora británica, esta vez con la mirada e inquietudes de una feminista en el siglo XXI.
En un escenario donde la incertidumbre por el futuro reina, Tamara elige temas como la comida, el trabajo y el resentimiento para hacerlos dialogar con el feminismo y la clase, llevándolos así a lugares inesperados y , sobre todo, políticos. Ella sabe que los temas elegidos para su libro no son los más urgentes o centrales para la opinión pública, pero sí permiten mirar el presente con una luz nueva. A pesar del pesimismo actual, la autora no habla desde el miedo y deja en claro que pretende que su escritura sea “cuidada y aventurera”. En esta conversación, nos ayuda a vislumbrar mundos posibles y nuevas pequeñas utopías , en un contexto donde el fascismo nos respira en la nuca.

En tu escritura hay temas que se repiten, como las relaciones, el amor, el desgano, el deseo. ¿Siempre ha sido algo intencionado?
Creo que en cualquier escritor las obsesiones van cambiando a lo largo de la vida. No creo que el amor o los afectos recorran todos mis textos,
de hecho mucha gente me preguntó por qué en Un millón de cuartos propios no hablo del amor y yo les digo que ya escribí un libro entero sobre eso. La comida, por ejemplo, me interesa porque habla tanto de las relaciones sociales como de las parejas. La comida es, quién cocina en tu casa, si tenés consideraciones éticas respecto de lo que comés, si tenés una relación con tu cuerpo que es más afectiva. Y eso tiene que ver con los afectos en términos de que estructura las relaciones sociales, lo mismo que el dinero y el trabajo. Entonces, me parece que lo que recorre mi trabajo es un interés muy fijo por las relaciones sociales y el modo en que lo más íntimo y lo más público siempre terminan estando ligados.
¿Cómo crees que han afectado las redes sociales y la vida online en poder encontrarse?
Yo uso mucho redes sociales pero también soy una persona muy sociable. Entonces no me pasa esto de que las redes me engañen y me hagan creer que estoy socializando cuando en verdad no, pero creo que a mucha gente sí. Siento que a muchos le da seguridad lo online y de hecho por eso a mucha gente que es muy tímida internet le permite hacer amigos y eso es muy positivo.
Pero al mismo tiempo te da la sensación de que estás aprendiendo a socializar, perdiéndote esta parte más importante que es el descontrol en la exposición a los demás. Entonces me parece que el peligro de las redes sociales es engañarnos dándonos una versión más fácil de la socialización. Y como todos tenemos ansiedades y angustias, tomamos esa versión y nos vamos retirando de la otra. Siento que ese es el peligro, que nos vuelve mucho más solitarios.
En Un millón de cuartos propios mencionas que, cuando piensas en grandes actores sociales, es gente que tiene bondad en su actuar diario. ¿Cómo hacemos, entonces, para construir sociedades ahora cuando el odio es el discurso preponderante?
Es muy difícil pensar “¿cómo hacemos para que ser buena persona sea atractivo?”. Me parece que a veces el progresismo piensa que podemos inventarnos un candidato como Milei pero progresista, y no existe eso. Si es un tipo gritón y violento, por más que le cambies el enemigo, termina atrayendo el mismo tipo de gente y de retórica. Como decía Audre Lorde, es verdad que no se puede destruir la casa del amo con las herramientas del amo. Me parece que va a haber que insistir con los valores de la solidaridad y la empatía, quizás incluso hay que ponerlo en términos de conveniencia. En el libro cito un par de innovadores de inteligencia artificial que dicen que en el futuro va a ser necesario el ingreso básico universal y algunos no lo dicen porque sea justo, sino que dicen, “si tenés una masa de desempleo absoluto, si la gente no tiene para comer, te van a venir a matar a tu casa. Entonces,no te conviene, vas a tener que darles una vida digna aunque no haya trabajo para ellos”. No es el razonamiento que yo usaría para mí misma, yo pienso que la gente se merece una vida digna y no solo porque me convenga, pero me parece que ese tipo de argumentos van a tener que existir, o sea, va a haber que explicarle a la gente el beneficio de la justicia social, que no solamente es moral, sino que es útil.
En el libro planteas que vivimos en una época profundamente nostálgica, en la que no podemos proyectarnos hacia el futuro porque, aparentemente, esa posibilidad la están teniendo solo las derechas. ¿Cómo nos hacemos cargo de esa carencia?
Creo que hay que forzar la imaginación y no se trata solo de pensar, sino de estar haciendo todo el tiempo: libros, conciertos, movilizaciones. La única manera de ir siguiéndole la temperatura al mundo es estar en él, y a partir de ahí, y no de sentarse a pensar en un cuarto, van a aparecer visiones de futuro que sean interesantes. Pero a la vez en este momento es difícil pensar en el futuro, y por lo mismo, quizás nuestras visiones van a ser más humildes , no van a ser la utopía socialista, van a ser más parecidas a la vida que tenemos, pero mejor. Mi utopía hoy sería que las comodidades que tiene una persona de clase media en una democracia occidental las tenga todo el mundo, que no sea imposible pagar un alquiler, no es lógico que tengas 40 años y tengas que compartir un piso con cuatro personas; cosas mucho más humildes que lo que está proponiendo la derecha, que es viajar a Marte. Entonces tienen menos gracia a la hora de la propuesta, no digo que no, pero me parece que no tenemos más remedio, tendremos que tener utopías un poco aburridas.
¿Qué escritoras han influido en tu carrera?
Trato de leer mucha ficción porque siento que leo mucha no ficción todo el día en internet. Si bien leo libros de ensayo, trato de ocupar mi tiempo literario leyendo novelas. Justo estaba leyendo Las correcciones de Jonathan Franzen, una novela de 2001 que me pareció espectacular. Y escritoras mujeres hay mil: Jane Austen, las hermanas Bronte, Virginia Woolf. En América Latina, Nora Langue, Sara Gallardo, Guadalupe Nettel, Brenda Lozano, María Gainza y la estadounidense Catherine Lacey. Leo muchísimas mujeres, es casualidad que ahora estoy leyendo a un varón. No digo que no los leo, pero más que los clásicos no estoy tan en tema con lo que escriban